Si te interesa degustar la verdadera esencia japonesa, no puedes dejar de visitar Nara. Siempre en la región de Kansai, cerca de Kyoto y de Osaka, esta antigua capital imperial (sí, otra más), no deja indiferente a ningún viajero.
Perfecta para una excursión de día completo desde cualquiera de las ciudades mencionadas, un paseo por sus calles y parques te meterá de lleno en el Japón más tradicional. Aquí se respira tranquilidad, a pesar del voluminoso número de visitantes que recibe, ya que prácticamente todos los circuitos la incluyen.
Alberga algunos de los tesoros históricos más preciados del país, en forma de templos budistas y santuarios sintoístas. Pero como es habitual, no deja de lado una apacible y espectacular naturaleza que rodea el esplendor de los edificios.
También Nara es la sede de numerosos festivales, actividad que forma parte importante de la cultura japonesa, muy enraizada en la tradición. Sin olvidar que, además de los templos, uno de sus grandes atractivos es la presencia de cientos de ciervos que te acompañarán durante el recorrido.
Estos ciervos, llamados shika, están considerados embajadores de los dioses y gozan de una protección especial. Durante mucho tiempo, matar un ciervo shika estaba penado con la muerte. Y aunque hoy en día no es así, tienen el rango de tesoro nacional. Son pequeños, juguetones y absolutamente descarados, sobre todo si hay comida de por medio.
Vas a encontrarlos por todas partes, pero su hogar está en el Parque de Nara, donde campan a sus anchas y conviven en perfecta armonía con nativos y turistas. En este mismo recinto se levantan muchos de los famosos monumentos de la ciudad, lo que simplifica la visita al estar todo muy cerca.
Este conjunto de ventajas hace posible conocer la mayoría de los lugares emblemáticos en un día, aunque si dispones de más tiempo, hay mucho para ver.
No pases de largo por Nara si lo que te apetece es conocer la verdadera esencia japonesa.
Llegar a Nara, teniendo en cuenta la proverbial eficiencia nipona aplicada al transporte, no resulta nada complicado. Su situación, al este de Oasaka y al sur de Kyoto, la convierte en un punto muy accesible, tanto desde una ciudad como de la otra.
Hay varias opciones, sobre todo si cuentas con un Japan Rail Pass, que ofrece trenes rápidos y otros más lentos, por si te apetece disfrutar del paisaje. Como te he comentado en anteriores artículos, Hyperdia es la herramienta más valiosa para moverte entre el laberinto de horarios y trenes. No olvides consultarla para viajar con mayor tranquilidad.
Si estás interesado en conocer algunos de los aspectos más tradicionales de Japón, parte de la historia que ha hecho del país lo que es hoy en día, Nara te brindará mucha información.
El conjunto denominado «Monumentos históricos de la antigua Nara», ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1998. Estos edificios, inspirados en la arquitectura china y coreana, evolucionaron hasta adoptar un estilo propio y característico.
Se trata de varios templos budistas y santuarios sintoístas, que han convivido durante siglos como es habitual en Japón. La mayoría de ellos fueron levantados durante el período en que la ciudad fue la capital imperial del país, en el siglo VII. Y algunos se han conservado sorprendentemente bien hasta nuestros días.
Lo mejor es empezar por el Nara Kōen, el parque donde se hallan unos cuantos de ellos, además de los amos absolutos del lugar, los ciervos shika. Como te dije antes, son unos animalitos amigables y simpáticos, pero pueden ponerse algo pesados si intuyen que llevas comida. Encontrarás muchos tenderetes donde comprar las galletas sembei, que les apasionan y con las que son alimentados por los visitantes. Nunca pierdas de vista que no hay que molestarlos y que, en definitiva, ellos viven aquí y tú solo estás de paso.
Uno de los monumentos clave del parque, es el templo Todai-ji, al que se accede por la espectacular Puerta Nandaimon, custodiada por los Reyes Guardianes Nio. Tanto la puerta como las enormes estatuas son tesoros nacionales y datan de 1199, aunque el templo fue construido en el año 752.
Inmediatamente destacó como el principal templo budista de Japón, ya que esa era su intención desde el principio. Tan importante llegó a ser, que ante la posibilidad de que influyera más de lo aconsejado en asuntos de gobierno, la capital se trasladó en el año 784 de Nara a Nagakoa.
Una vez dentro del recinto y debidamente saludados los ciervos, te encontrarás con el impresionante Daibutsuden o Salón del Gran Buda. Es el edificio de madera más grande del mundo, y eso teniendo en cuenta que el actual, reconstruido en 1692, es un 33% más pequeño que el original. Aun así, las dimensiones (50 x 56 m), son impresionantes.
Este tamaño guarda relación con el contenido, ya que el salón alberga una colosal estatua de Buda de 15m de altura y unos 500 kg de peso, hecha en bronce. Casi nada.
Verás que se forma una larga cola frente a uno de los pilares del templo con un agujero en su base. Dice la tradición que tiene las mismas dimensiones que la fosa nasal de Buda. Y que si logras atravesarlo, la iluminación te acompañará en tu próxima vida. A menos que estés realmente delgado o que tengas menos de 12 años, ten cuidado si lo intentas, más de uno se ha quedado atascado ante el regocijo del resto. Avisado estás.
Cerca de la entrada al templo, los jardines Isuien son ideales para un paseo tranquilo y relajado en medio de la naturaleza, sabiamente tratada por las manos japonesas.
También dentro del parque, el templo y la pagoda Kofukiji son muy interesantes para visitar. Su dilatada historia, que arranca en el año 669 con la fundación de una capilla, hace de él el templo budista más antiguo del país. Pura esencia japonesa.
La hermosa pagoda de 5 pisos, es la segunda más alta de Japón, solo 7m más baja que la de Toji, en Kyoto. El edificio actual es una reconstrucción de 1426, ya que sufrió numerosos incendios desde su construcción. En su interior se exhibe una gran parte de la colección de arte del templo.
En uno de sus laterales, un estanque refleja la armonía del edificio y es uno de los lugares favoritos para inmortalizarlo en fotografías. Encontrarás en este rincón esa esencia japonesa que buscan los que viajan al país.
En otro de los extremos del parque de Nara, entre dos montañas sagradas, dos mil lámparas de piedra señalan el camino hacia el Gran Santuario sintoísta Kasuga-Taisha.
No son las únicas, mil preciosas lámparas de bronce engalanan el salón principal. Todas ellas se encienden durante la celebración del festival del Mantoro, en febrero y agosto, creando un ambiente mágico muy especial. Con un único problema: la gran concentración de visitantes que acuden desde todas partes.
Es uno de los santuarios más bonitos, destacando su típico color rojo sobre el intenso verde que lo rodea, el del bosque del Kasugamaya. Este marco natural, como es costumbre en los santuarios sintoístas, forma parte del mismo de manera integral. Es un bosque primitivo, preservado para el disfrute de fieles y peregrinos, donde no se permite ninguna actuación sobre el paisaje.
Si no te sobra el tiempo en tu visita a Nara, este santuario junto al Templo Todaiji, son los dos que tienes que ver, sí o sí.
Fuera del recinto del parque, a unos 15 minutos de distancia, encontrarás el Templo Toshodaiji, construido en el año 759 por el sacerdote chino Jian Zhen. Su finalidad era convertirse en centro de estudios budistas, especialmente dedicados a la medicina.
Su sala principal es muy poco habitual, ya que se construyó con una técnica similar a la del Partenón de Atenas. Existen en el templo varios edificios importantes, entre los que destaca el Kodo, o sala de lectura, único elemento que se conserva totalmente original. O sea que tiene la friolera de 1263 años y sigue tan campante, algo poco común en edificios construidos en madera.
En la sala central se pueden ver tres estatuas designadas joyas nacionales. Una es un impresionante Senju Kannon de cien brazos, otra es un Buda Rushana y la última, el Buda de la Medicina.
Este templo tiene el honor de ser el edificio de madera más antiguo del mundo, superando incluso al anterior. Hablamos de casi 1500 años, ahí es nada. Está un poco más alejado de los otros, a 15 km., pero vale la pena visitarlo, aunque sea solo por su antigüedad.
Una de las edificaciones más viejas es la pagoda de 5 pisos a un lado del salón principal. Domina el paisaje con sus 32 m de altura y su arquitectura tiene una indudable influencia coreana.
La sensación de paz que transmite este santuario budista tan antiguo es digna de experimentar, te hará sentir la esencia japonesa en su plenitud.
Si después de tanto templo te apetece sentirte como un verdadero ninja, nada mejor que perderte por las callejuelas del barrio de Naramachi.
El antiguo distrito comercial de Nara es un trozo del Japón más tradicional, ligeramente reconvertido al dios del turismo. Aunque conserva gran parte de sus típicas casas de madera, los antiguos almacenes son ahora tiendas de artesanía, restaurantes y hasta pequeños museos.
Es un buen lugar para reponer fuerzas al estilo típico, nada de fast food por estos lares, cosa que se agradece. Tampoco será raro que te cruces con nativos vestidos con el clásico kimono, la vestimenta tradicional japonesa. Pero, cuidado, no lo hacen para los turistas así que, si quieres subirlos al insta, mejor pides permiso antes.
Como podrás ver, hay muchas cosas que hacer en Nara, este trocito de Japón que guarda algunos de sus más antiguos tesoros.
Hazle un hueco en tu itinerario y no te la pierdas, te aseguro que vale la pena.
¡Nos vemos en el próximo artículo!
Me llamo Cristian Goldberger y soy un viajero empedernido. Desde niño siempre he soñado con viajar y compartir mis experiencias con todo el mundo. Tras cursar una Licenciatura en Turismo, he viajado, vivido y trabajado a ambos lados del charco. Como guía oficial del Parque Nacional de Aigüestortes y Lago de San Mauricio tengo debilidad por las montañas y la naturaleza. ¿Si pudieras, te pasarías la vida viajando? Yo, desde luego que sí.
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