Si existe un sitio en España al que se le pueda llamar mágico con toda justicia, éste es la Costa da Morte.
Aquí se mezclan todas las tradiciones ancestrales con los mitos, las leyendas, el fervor religioso y ese ambiente de realidad mágica tan típico de Galicia. Aún más que en otras comarcas gallegas, quizás por esa sensación de estar en el “finis terrae”, como creían griegos y romanos.
Los límites exactos de la Costa da Morte pueden diferir según dónde y a quién consultes. Desde Arteixo a Fisterra afirman unos, o desde Malpica hasta Muros, te aseguran otros. No importa demasiado, estamos en Galicia y una respuesta ambigua es el sello de identidad regional. Oficialmente, está comprendida entre el municipio de A Laracha y el de Carnota (no te fíes de la Wikipedia).
Lo seguro es que esta costa impresionante, tallada por el mar y los vendavales, discurre en su totalidad por la provincia de A Coruña. Así que si has llegado a Santiago, no tienes excusa para perderte este festival de acantilados, crepúsculos, faros y playas descomunales casi sin bañistas. Aún en agosto…
Muchos la descubrieron por el desastre del Prestige, los más cercanos ya conocían su fama destructora de barcos de todo tipo. Se dice que es la zona con más naufragios documentados del mundo, y nada más verla te lo creerás a pies juntillas.
Pero la Costa da Morte también es arte románico, cultura megalítica, hórreos inmensos, encajes de bolillos y un extraño poder sanador y reconstituyente. Igual tienen algo que ver sus marisquerías, donde no se come mal ni queriendo. O quizás sea esa sensación de estar al final del camino que te provoca el frente atlántico.
Si bien este recorrido puede hacerse en cualquier dirección, los gallegos me han dicho que conviene empezar por el norte. Seguramente para dejar lo más impactante al final, y con razón.
Entre lo mucho que hay que ver, he escogido lo que pienso que no puedes perderte, pero como siempre digo, hay más. Sea como sea, es una maravilla para recorrer en coche por carreteras secundarias, al ritmo pausado de la región. Siempre disfrutando de sus gentes, su increíble gastronomía y su paisaje.
Yo ya estoy listo. ¿Y tú?
Después de subir hasta el barrio de la Atalaia y disfrutar de su mirador, acércate al Paseo Marítimo junto a la playa urbana de Area Maior. Si no tienes ganas de trepar más, vuelve al coche y llega con él al Mirador de la Ermita de San Adrián.
Las vistas son impresionantes, con las Islas Sisagras al fondo, deshabitadas pero visitables en barca, llenas de riqueza natural.
Aparcando en el puerto pesquero de Malpica de Bergantiños, puedes acercarte a conocerla dando un paseo. Como pasa en todos los pueblos costeros de la Costa da Morte, es en los puertos donde reside su espíritu y siempre merecen la pena.
Después de subir hasta el barrio de la Atalaia y disfrutar de su mirador, acércate al Paseo Marítimo junto a la playa urbana de Area Maior. Si no tienes ganas de trepar más, vuelve al coche y llega con él al Mirador de la Ermita de San Adrián.
Las vistas son impresionantes, con las Islas Sisagras al fondo, deshabitadas pero visitables en barca, llenas de riqueza natural.
Uno de los faros más modernos de Galicia está situado en un entorno repleto de magia. Erigido en una construcción que semeja la proa de un barco, las grandes rocas que lo rodean nos hablan del poder de la naturaleza.
Sus formas caprichosas, erosionadas durante siglos por el viento y la lluvia, te transportan a un lugar tan inhóspito como atrayente. La escultura en bronce como mascarón de proa de este barco imaginario, representa el sueño del inmigrante, siempre de cara al mar.
Como no podía ser de otra manera, las panorámicas desde este punto son espectaculares e inquietantes.
También es el principio (o final), de una de las rutas más seductoras de la Costa da Morte, O Camiño dos Faros.
La que te enlazo aquí es la de senderismo, unos 200 km de dificultad media, que entusiasmará a los andarines. Pero también puede hacerse en coche y disfrutarla en familia.
Se llama así por el ronco sonido que producen las olas del mar al golpear contra los acantilados. Este faro lo encontrarás en la aldea de Corme, y su importancia viene dada no tanto por la construcción en sí misma como por el entorno.
Es un lugar salvaje, poblado de piedras graníticas sobre las que reposan unas inquietantes cruces que miran al mar. Pura esencia de la Costa da Morte, representan un homenaje a tantos que murieron en este lugar. No solo hablan de naufragios, sino también de “percebeiros”, esa especie aparte de titanes que arriesgan su vida para conseguir el marisco más caro.
Los percebes de esta zona se consideran los mejores del mundo, pero para recogerlos estos hombres tienen que saltar de roca en roca. En medio de un oleaje muchas veces furibundo y que, en ocasiones, se lleva la vida del que lo intenta.
Recuérdalo cuando te quejes del precio en el mercado.
Hay un faro, gemelo del de Roncudo, con las habituales vistas panorámicas espectaculares, y un interesante Museo del Mar.
La Praia dos Critais es una cala muy pequeñita donde se ha depositado trocitos de cristal a lo largo de los años. Provenían de un vertedero cercano y el mar, con su inmensa sabiduría, los ha ido devolviendo a la playa completamente pulidos. Una bonita foto que hace reflexionar sobre lo poco que cuidamos nuestra principal fuente de vida.
Una espectacular playa virgen, o, mejor dicho, una sucesión de pequeñas calas de arena completamente salvajes. Aquí está prohibido el baño, aunque dudo que te apeteciera de estar permitido.
El Atlántico golpea sin piedad este tramo, quizás el más auténtico de la Costa da Morte, y te pone en comunión directa con la naturaleza. También es una de las zonas con los naufragios más sonados, como el del buque inglés Serpent, en noviembre de 1.890, con 172 víctimas. El mar siguió devolviendo cuerpos hasta Navidad.
Sobre las calas que forman la Praia do Trece, se yergue, majestuosa, una de las dunas rampantes más altas de Europa, de 150 m de altura. Las estupendas vistas, sin una sola construcción humana en el horizonte, son reconfortantes. En pleno agosto, ni siquiera te encontrarás con otros especímenes de la raza, algo casi imposible en cualquier costa española.
Uno de los puntos emblemáticos de la Costa da Morte es el Cementerio de los Ingleses. Allí fueron enterrados, con la ayuda de los vecinos de la parroquia de Xaviña, los 142 cuerpos que se recuperaron del Serpent.
Pero no solo representa este naufragio, sino que recuerda todas las vidas que se perdieron en este punto. Es un lugar especial, mágico y salvaje, que ilustra a la perfección el espíritu de esta costa y que vale la pena conocer.
Como habrás podido comprobar, la presencia de los faros en la Costa da Morte es una constante, afortunadamente. El de Cabo Vilán se construyó a raíz del naufragio del Serpent y fue el primero con luz eléctrica de toda España.
El paraje donde se encuentra es francamente difícil de olvidar, incluso la arquitectura del edificio es especial. La vivienda del farero (hasta no hace mucho fue una mujer, la última de Galicia), está separada de la linterna. Para llegar a ella, el sufrido trabajador/a tiene que recorrer nada menos que 250 escalones dentro de un túnel cubierto.
Es un faro abierto, que puede visitarse y resulta muy educativo recorrer sus salas de exposición, sobre todo si vas con niños. Y, que conste, también es el faro más espectacular de todos, con permiso de los otros.
Camariñas es tierra de palilleiras, mujeres que hacen encajes de bolillos desde hace, por lo menos, cinco siglos. Tan importante es su tarea que incluso tienen su propio monumento a la entrada del pueblo. Se dice que es la villa donde bordan más personas en el mundo entero, no puedo asegurar que sea cierto, pero si el río suena…
Por si alguien tiene dudas, que se acerque al Museo del Encaje y pregunte, seguro que le dirán lo mismo que yo. Bromas aparte, aunque la pesca y sus derivados sea la primera industria de Camariñas, las labores de las palilleiras son exportadas a medio mundo.
Su puerto es el de mayor peso comercial de la Costa da Morte, debido a especies como la sardina y el pulpo. Un buen sitio para hacer una parada gastronómica, te lo digo por experiencia.
La tradición cuenta que la Virgen llegó hasta aquí en una barca de piedra, que ya tiene cosa el asunto, para alentar a Santiago. La barca se rompió y tres partes de ella aún son visibles para los devotos. Seas uno de ellos o no, dicen que la romería anual, que se celebra en septiembre con millares de asistentes, es impresionante.
A semejanza de todos los sitios con aura mágica, Muxía atrae a artesanos y pintores como un imán, formando ya una nutrida colonia. No es para menos, el paisaje de peñascos rotos que bate con fuerza el mar es sumamente inspirador.
También en Muxía podrás ver el único secadero de congrio artesanal que queda en la Costa da Morte, donde los colgaban al sol y al viento.
Si te atrae la arquitectura religiosa, a 3 km encontrarás el Monasterio de San Xiao de Moraime, máximo propagador del románico por esta zona.
Hay algo más, pero merece un párrafo aparte.
Dice el refrán que unos llevan la fama y otros cardan la lana, y esto es lo que pasa aquí. Porque éste es el lugar más occidental de la España peninsular y no el otro que tiene más renombre.
La solitaria belleza de cabo y faro (muchos dicen que es el mejor de la ruta), hacen que valga la pena conocerlos. Como curiosidad, en este punto exacto desaparece el último rayo de luz europeo dos veces al año. Entre el 21 de marzo y el 25 de abril, y después, del 13 de agosto hasta el 22 de septiembre, aquí está el mejor lugar para ver al sol hundirse en el mar.
En el tramo que va desde Muxía a Fisterra encontrarás algunas de las mejores playas de Galicia. Desde la más salvajes, ideales para el surf, como Nemiña o Praia do Rostro, hasta arenales vírgenes.
Arnela Beach es uno de esos entornos increíbles, natural pero muy cuidado y apta para ir con perros. También la playa de Lires es estupenda, con su forma de media luna, pero una de las más bonitas es la de Lagosteira.
Recuerdo hace unos años una etapa de la Vuelta Ciclista a España que pasó por aquí. Los que cubrían la carrera pensaron que habían llegado al Caribe cuando vieron esos casi 3 km de arena fina y blanca. Es, además, una playa resguardada del viento del noroeste y del oleaje, perfecta para el baño siempre que vayas en verano, claro.
Antes del descubrimiento de América, el mundo conocido se acababa aquí, frente a un mar peligroso en el que muy pocos se aventuraban.
Por eso mismo, el Cabo de Fisterra y su faro, han sido y son el perfecto marco para todo tipo de ensoñaciones místicas. Es el lugar donde termina el Camino de Santiago y aunque no todos los peregrinos llegan, los que lo hacen se sienten aún más orgullosos.
La sensación de estar en un emplazamiento único y poderoso no es nueva. Ya la experimentaron los legionarios romanos que llegaron en el siglo II A.C. Aquí vieron con temor sagrado la puesta del sol sobre un océano que suponían poblado de monstruos.
También se encontraron con un antiguo altar levantado por los celtas y dedicado al sol, al que llamaron Ara Solis. El nombre ha pervivido en una plaza del pueblo pesquero de Fisterra, que vale la pena recorrer sin prisas.
El imponente faro, construido en 1.853 a 138 metros sobre el nivel del mar, es posiblemente el más visitado de Europa. Todos los navegantes del mundo lo conocen y saben de su importancia en una costa peligrosa y traicionera como ésta. También es el segundo lugar que más visitas recibe en Galicia, después de Santiago de Compostela, sobre todo a la mágica hora de la puesta de sol.
Junto al faro funciona un hotel, O Semáforo, donde pasar la noche tiene que ser toda una experiencia. Las vistas desde arriba son apabullantes, desde la Ría de Corcubión o la costa de Carnota, hasta la inmensidad del océano.
Como te dije antes, vale la pena llegar hasta el pueblo de Fisterra, uno de los puertos de bajura más importantes de Galicia. Y si estás aquí sobre las 16.00 hs., no te pierdas la subasta en la lonja, un festín de pescado y marisco recién salido del agua.
Porque su singularidad, muy rara en Europa, radica en que se precipita directamente al océano en forma de cascada. Una caída de 80 m que ha producido con los años un profundo hoyo en la roca del suelo. Aunque el entorno está algo deslucido por la central eléctrica que aprovecha las aguas del río, vale muchísimo la pena conocerla. Los fines de semana de verano se ilumina por la noche, siempre lleva agua y es gratis, no se puede pedir más.
Y, además, tiene bonus en forma de mirador, también llamado de Ézaro, que no puedes dejar de ver de ninguna manera. Aunque la subida en coche sea complicada, las vistas de vértigo desde arriba te dejarán sin aliento.
Más de 7 km de arenal salvaje forman la playa más larga, no solo de la Costa da Morte, sino de toda Galicia. Un espacio protegido, que casi nunca está masificado y es una delicia, tanto para un día playero como para caminar.
Perfecta para los aficionados a la observación de aves, posee un conjunto único de dunas y marismas con una laguna interior. Imposible perdérsela.
En Carnota también está el hórreo que pasa por ser el más largo de la comunidad. Pero igual que en el caso de los faros, unos llevan la fama…etc. Porque si bien es impresionante con sus 34,74 m de longitud, el vecino hórreo de Lira es un par de metros más largo. La razón es que lo construyeron 31 años después, en 1.814, y eso le hizo jugar con ventaja.
Ambos descansan sobre 22 pares de pies y están al lado de sendas iglesias parroquiales. Porque, cómo no, esta clase de hórreos pertenecían al clero.
Hasta aquí mis recomendaciones de hoy, sin olvidarme que la Costa da Morte también es interior, con interesantes puntos para visitar. Pero eso lo dejo para un próximo artículo, donde sigamos descubriendo juntos los lugares mágicos de España.
¡Que te vaya bonito!
Me llamo Cristian Goldberger y soy un viajero empedernido. Desde niño siempre he soñado con viajar y compartir mis experiencias con todo el mundo. Tras cursar una Licenciatura en Turismo, he viajado, vivido y trabajado a ambos lados del charco. Como guía oficial del Parque Nacional de Aigüestortes y Lago de San Mauricio tengo debilidad por las montañas y la naturaleza. ¿Si pudieras, te pasarías la vida viajando? Yo, desde luego que sí.
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