¿Quieres conocer la ruta en familia ideal para una escapada europea? Alsacia es el destino perfecto para conocer una de las regiones más bonitas del continente en cualquier época del año.
Combinación equilibrada de naturaleza, pueblos tan “de cuento” que no parecen reales, ciudades que respiran historia y el impresionante valle del Rhin como fondo.
Una de esas rutas que se disfrutan en coche, sin demasiados kilómetros entre todo lo que hay que ver y con mucho encanto para toda la familia.
Como postre, cruzar la frontera con Alemania y dedicar un día a los peques en el increíble Europa Park.
¿A qué apetece?
A menos que tu pasión por el volante te impulse a viajar en coche desde España, la mejor opción es coger un vuelo y visitar un rent a car.
Alsacia está situada en el noreste de Francia, limitando con Alemania y Suiza. Como ha estado alternativamente bajo control francés y alemán, ambas culturas conviven muy mezcladas y muchos pueblos tienen nombres más germánicos que franceses.
Esto también se refleja en la gastronomía, las costumbres y la maravillosa arquitectura de los pueblos y ciudades, que tanto podrían estar en Alsacia como en la vecina Selva Negra.
Volvamos a cómo llegar: una buena opción es aterrizar en el aeropuerto de Basilea-Mulhouse-Friburgo. No se llama así por capricho, sino porque está compartido por tres países, Suiza, Francia y Alemania. Por eso se le conoce como el EuroAirport, pero esto, que suena muy complicado, en realidad no lo es.
Todo está muy bien señalizado y simplemente tienes que seguir en dirección a Francia, no solo porque es tu destino, sino también porque conviene alquilar allí el coche.
Una vez al volante, ya puedes empezar esta ruta en familia que te llevará a conocer una joya repleta de belleza e historia. Los monumentos compiten con la ruta del vino, relajada y deliciosa, los espectaculares mercadillos navideños y una gastronomía difícil de igualar. Eso sí, a la hora de comer o cenar, recuerda que los horarios no son los mismos que en España: 12 a 14 para lo primero y 18 a 20.30 hs. para lo segundo.
De sur a norte, éstos son los lugares que no puedes dejar de ver en tu viaje por Alsacia, todos muy cerca unos de otros. Para dormir, recomiendo las afueras de las ciudades más importantes o los pequeños pueblecitos con encanto. Porque no serás el único visitante, es una de las regiones más turísticas de Francia. Y con razón.
Comenzar por uno de los pueblos más bonitos de Francia no es cosa menor. Eguisheim es de los más bellos de Alsacia, incluso se dice que el número 1, pero como eso depende del gusto de cada uno, ya me dirás cuando acabes el viaje.
Como puedes ver en la foto, todo está organizado en círculos concéntricos alrededor del castillo, por lo que la visita es muy sencilla y agradable, siempre volverás al mismo sitio.
En la oficina de turismo te entregarán un folleto en español para que puedas recorrer lo que llaman el Camino de Ronda. La mejor manera para descubrir de forma amena esta pequeña maravilla
La calle más importante es la Rue de Rempart, donde se levanta el símbolo de Eguisheim, Le Pigeonnier, el lugar más fotografiado del pueblo.
Gran parte del encanto de este enclave medieval es la decoración que proponen sus habitantes. Y eso es lo que lo hace irresistible para los niños, se sienten en medio de un cuento recorriendo estas callejuelas empedradas y sin coches.
Todo está lleno de flores y divertidos adornos que van cambiando según la época del año: Navidad, Halloween o Pascua. Los dinteles y frontones están adornados con escudos y emblemas del oficio de sus dueños, un juego de adivinanzas muy divertido para los peques.
El centro de Eguisheim es la Plaza du Château, un rincón delicioso que cuenta con la fuente de San León, la más grande de Alsacia. También están allí los restos del Castillo y la Capilla dedicada al Papa León IX, el vecino más famoso del pueblo.
La visita puede hacerse en una hora y media, sin contar alguna parada para probar la exquisita pastelería de la zona, donde reina la canela. También es posible conocer alguna de las muchas bodegas que existen en el lugar, no te olvides que ya estás en plena ruta del vino alsaciano. Y este pueblo es una de las cunas, los romanos plantaron las primeras vides en el siglo IV, nada menos.
La capital del vino de Alsacia es el municipio más turístico y popular de toda la zona, apropiado para sentar base y recorrer los alrededores con calma. Al ser tan buscado por los visitantes, también es algo más caro que sus pequeños vecinos, pero tiene tanto encanto como ellos.
Dentro de Colmar habitan varios barrios pintorescos, como el de los Curtidores, el de la Pescadería o el de los Mercaderes, donde nació Auguste Bartholdi, el escultor de la Estatua de la Libertad que Francia regaló a la ciudad de Nueva York.
Pero sobre todo destaca la Pequeña Venecia, el barrio romántico por excelencia que puede provocarte una subida de azúcar. Imagínate, casas de colores con entramado de madera, puentecitos con flores sobre el río Lauch, bucólicos paseos en barca, en fin, el perfecto decorado para una película de amor.
Otro de los rincones favoritos de la ciudad es la Place l’Ancienne Douane. Tiene fuente, infinidad de tiendecitas encantadoras, cafeterías y la Casa Koifhus, donde se situaba la Antigua Aduana que da nombre a la plaza.
En general, cualquier recorrido por Colmar es un paseo delicioso, las casas son muy antiguas, pero perfectamente conservadas, llenas de detalles como para cargar el móvil de fotos.
Pero hay algo más para los peques: el Museo del Juguete, con una recopilación que va desde los más antiguos a los actuales. Muy entretenido y didáctico para toda la familia.
Por si esto fuera poco, tienes la posibilidad de hacer un tour gratuito por la ciudad, algo que se está volviendo muy habitual en toda Europa.
Para comer sin perder demasiado tiempo, un sitio ideal es el Mercado Cubierto de Colmar, donde encontrarás muchos puestos de comida típica alsaciana. Y como siempre digo, nada mejor que un mercado para probar producto fresco y a un precio asequible.
Una ciudad que no dejará indiferente a ningún integrante de esta ruta en familia, perfecta para empaparse del verdadero espíritu de Alsacia.
Siguiendo la ruta del vino y enclavado en un famoso viñedo, a solo 7 km de Colmar, Turckheim te reserva más de una sorpresa. En primer lugar, sus murallas medievales en perfecto estado de conservación, solo le falta el puente levadizo (que lo tuvo), para disparar la imaginación de los peques.
Pero si por algo todos quieren ir a Turckheim es por su calendario de adviento gigante en forma de tres casitas de colores, ubicado en la Plaza de la Iglesia. En época navideña aquí se instala el mercadillo, pequeño y muy enfocado a los niños, que son los protagonistas de todas las actividades.
Desde el 1 al 24 de diciembre, todos los días a las cinco de la tarde se va abriendo una ventanita en medio de una ceremonia mágica. Niños y adultos del pueblo, vestidos con ropa de época, son los encargados de ejecutarla. Después, todo el mundo se dirige al ayuntamiento para beber vino o chocolate caliente. Imborrable experiencia que disfrutarás tanto como los pequeños.
Un pueblo de reducidas dimensiones que hay que recorrer entero, lleno de recovecos con encanto que pueden verse en poco más de una hora, con muchos edificios interesantes tanto medievales como renacentistas.
A unos 10 km aparece otro de los pueblos alsacianos donde apetece quedarse a vivir, Kaysersberg, tan bonito como los demás, pero con par de diferencias.
Una es el Schlossberg, su castillo de época medieval que, a pesar de estar casi en ruinas, sigue encaramado a una colina con vistas que te dejan mudo. El pueblo entero, el valle y los espléndidos viñedos que se despliegan hasta donde puedes ver son un verdadero espectáculo imposible de olvidar.
Además, para llenar Instagram de fotos, Kaysersberg te ofrece el recorrido del río Weiss, serpenteando entre las maravillosas casas cuajadas de flores, con sus tejados característicos que rivalizan en elegancia.
En 2017, los franceses lo eligieron como su pueblo preferido y apuesto a que tú hubieras votado lo mismo, es sencillamente arrebatador y perfecto para esta ruta en familia por Alsacia.Dicen los lugareños que Riquewihr es el pueblo en el que se inspiraron los creadores de La bella y la bestia para la ambientación de la película. Es perfectamente posible, porque tiene las características y la atmósfera apropiadas. Este detalle también se lo atribuyen otros pueblos de la zona, así que nos quedamos con la duda.
No importa, la Perla del Viñedo, como se lo conoce, es otro pueblo medieval de postal. Atesora nada menos que 40 monumentos clasificados como históricos. También es uno de los más verdes, quizás por la proliferación de plantas trepadoras en las fachadas, además de las flores siempre presentes.
Otra cosa que abunda son los visitantes. Es seguramente el pueblo más masificado en cuanto a turistas y por eso conviene acercarse entre semana, siempre que no sea festivo.
Llama la atención el magnífico estado en que se conservan los edificios, murallas y torres, como si el tiempo no hubiera pasado por ellos. Le Dolder es uno de los más impresionantes. Una torre de 25 m de altura que funcionaba como puerta, construida a la vez que las murallas, allá por el año 1.291.
Su situación, al fondo de un pequeño valle recostado entre los Vosgues y el bosque, es de una indudable belleza. Se complementa con los patios adoquinados, los gigantescos lagares y los viejos toneles de madera. En un par de horas puedes verlo completo y te aseguro que nada te defraudará, sobre todo si te subes al pequeño tren turístico que te llevará a visitar los viñedos. Un plus que los niños agradecerán mucho.
A pocos minutos, la histórica Rebeauvillé tiene muchas cosas para ver relacionadas con su fuerte pasado comercial y su vaivén constante entre Alemania y Francia.
Esta ciudad de productores de vino, situada a los pies de las montañas de los Vosgues y dentro del Parque Natural Regional de Ballons des Vosgues, sigue siendo famosa por sus caldos, incluyendo el Gran Cru Pinot Noir y varios blancos célebres.
Desde las colinas circundantes, las ruinas de tres castillos fortificados dominan el paisaje. Se trata del Castillo de St. Ulrich, el de Girsberg y el de Haut-Ribeaupierre, accesibles por una ruta de senderismo a través de la montaña.
Parte de sus murallas sigue en pie, así como la Torre de los Carniceros, del siglo XIII. En el centro de la ciudad, abundan los edificios y las fuentes renacentistas, sobre todo en la Grand Rue, su calle principal siempre muy animada.
Ribeauvillé es la ciudad protectora de los músicos y juglares, por eso hay muchas esculturas que los recuerdan y que invitan a visitarla en septiembre, cuando se celebran las fiestas. Algo que siempre viene bien saber al planificar una ruta en familia.
Formando parte también de la ruta del vino, Bergheim parece detenido en el tiempo. Tiene un ritmo diferente a los otros pueblos, mucho más tranquilo, y una serie de curiosidades que vale la pena conocer. Como, por ejemplo, la existencia de una Rue de la Monnaie, que nos recuerda la potestad de la ciudad para acuñar y emitir moneda en los tiempos del Archiduque Leopoldo de Austria.
O el árbol más antiguo del Alto Rhin, un tilo plantado en…1.313, con un tronco de 1.80 m de diámetro y que aún florece cada año. Increíble, ¿no?
Siempre siguiendo el modelo de sus vecinos, casas con entramado de madera, profusión de flores o calles adoquinadas, en Bergheim se puede ver uno de los relojes astronómicos más bonitos de Alsacia, en el 44 de la Gran Rue.
La colina Grasberg domina el panorama sobre los tejados de la ciudad. También es el último hogar de 5.308 soldados alemanes que murieron en la región durante la Segunda Guerra Mundial, tan integrado en la zona de viñedos que no es posible verlo hasta llegar a él.
Por todo esto, Bergheim merece una parada en esta ruta en familia con tantas cosas que apreciar.
Europa está llena de castillos, prácticamente en todos los países podemos encontrarlos, pero pocos como el Castillo de Haute-Koenigsbourg, uno de los más visitados de Francia.
Es absolutamente espectacular, no solo por su situación dominante sobre el valle del Rhin y los bosques de alrededor, sino también por su interior. Una visita muy recomendable que gusta muchísimo a los niños. Es un castillo-fortaleza del siglo XII que se restauró a principios del XX teniendo muy en cuenta la documentación de la época original.
El recorrido resulta muy estimulante por la forma alargada del edificio y la cantidad de escaleras, pasadizos, salas llenas de armas, un enorme torreón y hasta un puente colgante que vas a encontrar. No es una visita demasiado larga como para cansar a los más pequeños y en general les encanta a todos.
Vale la pena ir por la mañana temprano y aprovechar el resto para dar un paseo por los bosques y darse un baño de clorofila.Siguiendo hacia el norte, Obernai es la última etapa de la ruta del vino. A solo 20 minutos de Estrasburgo, la ciudad más visitada del Bajo Rhin después de la capital y cuna de la patrona de Alsacia, Santa Odilia, deja siempre un buen sabor de boca.
Situada en un entorno natural excepcional, a los pies de la montaña, ofrece muchas alternativas para el ocio y la diversión. Es una verdadera síntesis de Alsacia, rodeada de murallas y con un patrimonio arquitectónico e histórico notable.
Se la conoce como la ciudad del buen vivir, por la propensión de sus habitantes a disfrutar de la buena gastronomía y, cómo no, el excelente vino de la región. Si pasas por aquí en jueves, podrás visitar el mercado semanal, que funciona como un reloj desde el año 1.301. Ubicado en la plaza del mismo nombre, ha sido, es y seguramente será el epicentro de Obernai.
Hay muchos edificios notables en la ciudad, como el Ayuntamiento o el Campanario de la Virgen, muy fáciles de encontrar dentro del recinto amurallado donde vive y respira la Ciudad Vieja.
Por supuesto, proliferan los bares y restaurantes para darle una alegría al sufrido cuerpo del turista, sobre todo en la Rue du Marché, que va desde la Plaza del Mercado a la Sinagoga.
Una buena manera de seguir tu ruta en familia antes de llegar a Estrasburgo.
Cuando llegues a la fantástica Estrasburgo seguramente te preguntarás por qué no intentaste llegar a ser diputado en Europa, aunque solo fuera por vivir allí.
La capital de la región no es únicamente sede del Parlamento Europeo, sino también una de las ciudades con mejor nivel de vida y más bonitas del continente. Su población no llega a los 300.000 habitantes, así que siendo relativamente grande, preserva zonas en las que sentirte como en un pueblo medieval.
Estrasburgo merece un post completo para describir sus muchos encantos, que pronto publicaré, pero aquí va una pincelada de cosas que no puedes perderte.
Núcleo histórico de la ciudad, cuajada de monumentos y Patrimonio Mundial de la Unesco.
Gótica del siglo XV, una de las más altas del mundo, realmente delicada y prodigiosa.
Callejuelas, canales, barcas, flores, la Alsacia más romántica y pura.
El barrio imperial alemán que conserva un conjunto arquitectónico asombroso. También Patrimonio Mundial de la Unesco.
Símbolo de la construcción de Europa y dotado con soberbias joyas de la arquitectura contemporánea.
Por supuesto, hay muchas cosas para los niños, como el paseo en barca por la Petite France (no te lo pierdas, es delicioso), o el tren turístico para recorrer los lugares emblemáticos de la ciudad cómodamente. Además, los menores de 18 años entran gratis a todos los museos y, si os gusta pedalear, ésta es la capital francesa de la bicicleta.
Por no hablar de los estupendos parques, algunos equipadísimos para el disfrute infantil, el planetario o Le Vaisseau, un centro dedicado al descubrimiento de las ciencias por los más pequeños.
Una ciudad que merece algo más que 24 horas y que puede ser el final de esta ruta en familia, a menos que me hagas caso y te estires un día más para conocer Europa-Park.
Cruzar la frontera entre Francia y Alemania es algo que harás sin darte apenas cuenta. No solo porque te mueves en el espacio europeo, sino porque el paisaje es muy similar en esta zona.
A 57 km de Estrasburgo, en el municipio de Rust, se encuentra el mayor parque temático de Alemania, Europa-Park, no demasiado conocido en España por razones que se me escapan. Un parque realmente espectacular para el deleite de toda la familia. Entre más de cien atracciones seguro que todo el mundo encontrará la suya.
Abrió sus puertas en 1975 como un pequeño parque temático, el primero de Europa y hoy es uno de los más grandes del continente. No pertenece a ninguna gran empresa, sino a una familia. Los Mack, que decidieron copiar los parques estadounidenses con tanto éxito que hoy lo visitan unas 5,5 millones de personas al año.
Está divido en 18 áreas temáticas, de las cuales 15 representan a países europeos, entre los que está España. En cada zona hay atracciones de interior y exterior, sin faltar trenes para los más pequeños hasta montañas rusas alucinantes para los atrevidos. El nivel de los espectáculos es bastante alto, mejor que la media que hemos podido ver en otros parques. Por supuesto, no faltan restaurantes, tiendas, cines y hoteles.
Desde los niños a los abuelos, todos pueden disfrutar en este parque. No hace falta caminar hasta reventar, hay un tren elevado que te facilita el trabajo y te brinda una estupenda vista aérea de toda la zona.
Es importante llevar la ropa adecuada. Se trata de una zona donde llueve a menudo, así que un chubasquero de esos que se doblan y ocupan poco lugar será bienvenido. Si vas en verano, no hay que olvidarse el bañador para las atracciones de agua o los niños te matarán. Como detalle curioso, contarte que es de los pocos parques de este tipo en el que puedes llevarte la comida y hacer un picnic.
Una bonita forma de acabar la ruta en familia por Alsacia que te propongo hoy y el balance perfecto entre las visitas culturales y las lúdicas.
¡Buen viaje!
Me llamo Cristian Goldberger y soy un viajero empedernido. Desde niño siempre he soñado con viajar y compartir mis experiencias con todo el mundo. Tras cursar una Licenciatura en Turismo, he viajado, vivido y trabajado a ambos lados del charco. Como guía oficial del Parque Nacional de Aigüestortes y Lago de San Mauricio tengo debilidad por las montañas y la naturaleza. ¿Si pudieras, te pasarías la vida viajando? Yo, desde luego que sí.
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