¿Quieres conocer una verdadera dama del Mediterráneo? Entonces, no lo pienses más, coge el primer avión o barco que encuentres y vete a disfrutar de la capital de las Baleares.
Una ciudad que, más allá de los tópicos veraniegos, es absolutamente bella y acogedora, donde cada uno puede encontrar algo que le guste. Perfecta para visitar durante todo el año, especialmente fuera de la temporada alta, con un patrimonio cultural envidiable y un paisaje inolvidable.
Como hijo adoptivo de Mallorca, donde viví durante mi infancia y juventud, no puedo más que recomendártela. Palma tiene ese algo especial que te enamora a primera vista, y te hace quererla más a medida que la conoces.
Es una ciudad cosmopolita, con una población heterogénea que viene de todas partes, y no solo para las vacaciones. Sin embargo, no ha perdido sus raíces, plenamente arraigadas al entorno, y ese ritmo suave de las islas.
Su nombre oficial ha cambiado varias veces a lo largo de la historia. Fueron los romanos, allá por el 123 antes de Cristo, los que la llamaron Palma. Para los musulmanes, después de la conquista, se convirtió en «Madina Mayurca«. Cuando llegó Jaime I, pasó a denominarse «Ciutat de Mallorca«, aunque a principios del siglo XVIII se recuperó el antiguo nombre romano de Palma.
En los últimos años, y dependiendo del color del gobernante de turno, bailó entre Palma de Mallorca y Palma, a secas. Lo cierto es que todos la llamamos así, por su nombre o simplemente, «Ciutat», jamás se utiliza el apellido. Lo «de Mallorca» viene del siglo XIX, cuando empezó a venderse turísticamente en el exterior.
Pero todos los que nacen o viven en Palma, son simplemente palmesanos, como siempre se han llamado desde la época romana. Durante muchos años, yo lo fui también, aunque creo que nunca dejaré de serlo del todo. Por eso te invito a recorrer los sitios que no puedes dejar de ver, de la mano de un palmesano de corazón.
En esa dualidad típica de las Baleares, marinera y agrícola, Palma pone el punto de sofisticación y modernidad que lo equilibra todo. Una dama del Mediterráneo para visitar y también para vivir, donde la música la tocan el mar y la montaña, pero la letra corre por tu cuenta.
El edificio más emblemático de Palma es, sin duda, su magnífica catedral. No solo por la construcción en sí, de un gótico-mediterráneo que apabulla, sino también por su localización.
La Seu, como la llamamos en Palma, está en pleno centro de la ciudad y de cara al mar. Conserva uno de los rosetones más grandes del mundo, conocido como el Ojo Gótico, y es de las más bonitas que pueden verse en España. Empezó a construirse en el siglo XIII, sobre la antigua mezquita, y se terminó a mediados del XVII, aunque ha sido restaurada en algunas zonas.
Inicialmente estaba ubicada sobre un acantilado, lo que la convertía en la única catedral gótica que se reflejaba en el agua. Con la construcción del Parc de la Mar, en la década de los 70, se consiguió el mismo efecto, pero sobre un lago artificial que simboliza el mar. Es, además, uno de los principales parques urbanos de la ciudad y el lugar ideal para tomar la foto perfecta o un aperitivo en cualquiera de sus terrazas.
Tanto el exterior, de piedra arenisca dorada, como el fastuoso interior donde han intervenido las manos de Gaudí y Miquel Barceló, son espectaculares. El colorido de los 83 ventanales y 7 rosetones que alberga, la convierten en el reino de la luz y hacen que su visita sea muy amena.
La Catedral de Santa María es, sin duda, perfecta para una dama del Mediterráneo como Palma.
Enfrente de la Seu se levanta otro edificio que no puedes dejar de visitar, el Palacio Real de la Almudaina. Un bellísimo ejemplo de… y aquí no sé bien qué poner, porque todos los estilos se reflejan en él.
Resumiendo, podría decir que es un palacio cristiano gótico que conserva la estructura original del alcázar musulmán sobre el que se construyó. Levantado a principios del siglo XIV, es un compendio de los estilos arquitectónicos y artísticos que pasaron por este centro del poder civil.
Vale la pena entrar a conocerlo, sobre todo miércoles y domingos de 15 a 19 hs., cuando es gratuito. Pero tampoco esperes ver a los reyes. Aunque es la residencia oficial durante sus estancias en Mallorca, solo lo utilizan para actos oficiales. La casa familiar está en otro palacio, mucho más discreto, que se llama Marivent, a pocos kilómetros de éste. Y que, por supuesto, no se puede visitar.
De todos los monumentos artísticos que guarda una dama del Mediterráneo, éste es sin duda el más exquisito. Creado para concentrar las actividades comerciales, frente al puerto de Palma, fue diseñado y construido por el gran arquitecto mallorquín Miquel Sagrera. Quien, paradójicamente, no terminó el edificio después de pelearse con los promotores. Como puedes ver, poco han cambiado las cosas desde el siglo XV.
A pesar de su belleza, suele pasar desapercibida en una visita rápida a Palma, eclipsada por la Catedral y el Palacio de la Almudaina. Sin embargo, es uno de los edificios más armónicos de la ciudad, que tuvo gran influencia en la historia de la arquitectura.
No tanto por su exterior, sugerente y delicado, como por el impresionante interior, marcado por los pilares que sustentan las bóvedas de crucería. No tienen base ni capitel y su trayectoria retorcida termina directamente en las nervaduras de las bóvedas, semejando enormes palmeras.
Si bien el acceso es gratuito, solo puede verse el interior cuando hay alguna muestra o exposición, así que mejor estar atento para no perdérselo.
En sus alrededores hay muchísimo ambiente, sobre todo por las noches. En realidad, es el epicentro de la vida nocturna de Palma, repleto de restaurantes, cafés, bares de copas, tiendas y galerías de arte. Un lugar para perderse callejeando y disfrutar de todo lo que ofrece. Entre otras cosas, el increíble Bar Ábaco, ubicado en un espectacular palacio barroco que sugiere una película de Visconti, no te lo pierdas.
Sobre una colina a 112m sobre el mar, dominando la bahía y gran parte de la isla, se alza el único castillo de planta circular de España. Posee, además, cuatro grandes torres orientadas hacia los puntos cardinales.
Fue construido por orden de Jaime II entre 1300 y 1311, para convertirse en un palacio-fortaleza. Más de 700 años después sigue impresionando con su estilo gótico-catalán y la elegancia de su interior. Actualmente alberga el Museo de Historia, pero ha servido para muchos fines durante su larga vida, especialmente como prisión.
El exterior es igualmente reseñable, con unas de las mejores vistas de Mallorca y en medio de un bosque de pinos. Se puede llegar cómodamente en coche, pero mi consejo es subir a pie, aprovechar para hacer un poco de ejercicio y disfrutar de las panorámicas. También hay cafetería, por si te hace falta recargar combustible antes de tomar algunas de las mejores fotos de tu vida
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No me extraña nada que una dama del Mediterráneo tenga un castillo como este, le va como anillo al dedo.
Si llegas a Mallorca en barco, siempre la mejor manera de presentarte a una isla, te asombrará el tamaño de su puerto. Además de la terminal de pasajeros, eternamente ajetreada, el puerto deportivo es uno de los de mayor tráfico de Europa de embarcaciones de recreo. Los veleros y yates a motor se mezclan en perfecta armonía con llauts, las tradicionales barcas de pesca de las islas.
Para disfrutarlo tranquilamente, nada mejor que una buena pateada por el precioso Paseo Marítimo de Palma, 5 km y medio de conexión directa con el Mediterráneo. Si lo prefieres, hay un carril bici que lo recorre por completo, desde Can Pere Antoni hasta Porto Pí. Locales y foráneos lo atraviesan cada día, tanto para hacer deporte como para pasear tranquilamente bajo sus palmeras. Amaneceres rosados y puestas de sol doradas te garantizan un abanico de sensaciones que cambian cada día.
También encontrarás en el Passeig Maritim muchos edificios emblemáticos de la ciudad, como la famosa discoteca Tito´s o el Auditorium.
Por la noche, se convierte en otro de los puntos calientes de la vida palmesana, siempre lleno de gente que va y viene entre restaurantes, bares de copas, hoteles y mucha música.
Un lugar imprescindible en tu visita a una dama del Mediterráneo tan glamurosa y presumida como Palma.
En Palma siempre hubo mercados tradicionales, con excelentes productos frescos. Tanto del mar como del campo, que, hasta la llegada del turismo, era la principal fuente de la economía mallorquina.
Como sucede en otras muchas ciudades, el concepto de compra ha cambiado. Hace no muchos años, lo que solías ver en los mercados palmesanos, eran sobre todo matronas con los típicos capazos de las islas. Ahora, los mismos establecimientos se han reconvertido, y además de comprar, puedes comer y beber en ellos. Eso sí, con estilazo.
Dos de los más antiguos, el de Santa Catalina y el del Olivar, son excelentes lugares para conocer de primera mano qué se come en Palma. Y, de paso, degustar las especialidades fresquísimas que ofrecen a precios sensatos.
Está situado en un barrio del mismo nombre, cercano al Paseo Marítimo y siempre muy animado. Antes de que el mercado se transformara en lo que es hoy, ya era muy popular por sus restaurantes internacionales y su vida nocturna. Pero sin dejar de parecer un pequeño pueblo, lleno de encanto y colorido.
Antiguo asentamiento de pescadores, y molineros de harina, Santa Catalina conserva algunos molinos del siglo XVIII. El Mercat abastece también a numerosos yates y establecimientos gastronómicos de la zona y es uno de mis lugares favoritos de Palma.
El del Olivar está en pleno centro, muy cerca de la Plaza de España y también ofrece la experiencia gourmet de poder comer donde antes solo se hacía la compra.
La palabra call quiere decir callejuela, y eso es lo que encontrarás en el antiguo barrio judío de Palma, estrechas callejuelas llenas de encanto medieval.
Desde la Plaza Santa Eulalia hasta la Porta d´es Camp, vivían unos 5000 judíos en el siglo XIII. Los xuetes, que así los llaman en Mallorca, han dejado una rica e intensa herencia en forma cultural. Y no hay visita a Palma que no incluya un paseo sosegado por el call.
Es uno de esos barrios donde perderse y dejarse llevar por el entorno. Descubriendo monumentos de gran valor, como la iglesia de Montesión, edificada sobre la antigua sinagoga, los jardines de Can Fontrroig o la Torre d´el Amor.
También encontrarás por aquí algunos de los famosos patios mallorquines, que son pura esencia de la ciudad y en los que vale la pena detenerse. Adornados con escalinatas, pozos y grandes maceteros, hacen honor al dicho popular «sa casa fa es senyor», la casa hace al señor.
Justamente en los Jardines de Fontrroig se encuentra el ejemplo mejor conservado de la escasa arquitectura musulmana en Palma. Los Baños Árabes son un hermoso vestigio del siglo XI, que conservan un ambiente mágico e íntimo.
Se cree que pertenecían a un noble musulmán de la época y formaban parte de su palacio. Son pequeños, pero impactantes, conservando una sala central para baños calientes con cúpula y claraboyas.
Si estás por el call, acércate a ver este emblemático monumento, que no desentona para nada en una dama del Mediterráneo.
Podría seguir escribiendo sin parar sobre Palma, hay mucho para recorrer en el centro de la ciudad, desde las Ramblas al Paseo del Borne. Allí late el corazón de la vida palmesana, con sus terrazas bajo los árboles, en el meollo comercial y financiero. La Avenida de Jaime III, llena de tiendas elegantes o el Paseo de La Riera, con sus hermosos edificios, también merecen una visita.
No puedes irte de aquí sin probar una ensaimada, mejor si es en el templo por excelencia de esta especialidad mallorquina, Can Joan de S’aigo. Donde podrás acompañarlas con un buen chocolate o helado, si la temperatura te lo pide.
Como dije al principio, me cuesta ser objetivo con Palma, es una dama del Mediterráneo a la que quiero mucho, y estoy seguro que a ti también te enamorará.
Cuéntamelo cuando vuelvas, seguro que estarás de acuerdo conmigo.
¡Disfruta del viaje!
Me llamo Cristian Goldberger y soy un viajero empedernido. Desde niño siempre he soñado con viajar y compartir mis experiencias con todo el mundo. Tras cursar una Licenciatura en Turismo, he viajado, vivido y trabajado a ambos lados del charco. Como guía oficial del Parque Nacional de Aigüestortes y Lago de San Mauricio tengo debilidad por las montañas y la naturaleza. ¿Si pudieras, te pasarías la vida viajando? Yo, desde luego que sí.
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